Hoy es 14 de setiembre. Es mi cumpleaños y jamás me ha gustado del todo ese día. Me gusta ser saludado por la gente que se acuerda de mí por naturalidad, no los que se enteran cuando ven a otro saludándome. Eso, y que nadie se acuerde. Supongo que una de las dos siempre termina sucediendo. Extraño las fiestas de cuando era solo un mocoso y que ahora solo tendrá mi primo de 2 años. Este cumpleaños, algo me lo dice, será como todos los anteriores.
Llegando me doy cuenta que algunos se han acordado, los mas cercanos o los que tenían el Facebook abierto el día anterior y se percataron de la fecha. Pocos son los lo recuerdan por la memoria que les vino por derecho de nacimientos. A ellos los tengo bien contados, pero no digo nada. Me sorprende, y es una grata sorpresa, que Alessa se haya acordado. Es una de esas buenas sorpresas que puede traerte un cumpleaños, mas allá de que realmente le importe que sea mi cumpleaños o de cómo se haya acordado. Un abrazo de cumpleaños tuyo, por mas cursi y pelotudo que pueda sonar, es un regalo que no recibo con frecuencia (y si que suena cursi y pelotudo).
Me termina dando igual que luego en formación me hayan saludado por el micrófono porque Celia le dijo a algún profesor y que eso genere a una manada de felicitaciones falsificadas y convenidas. Una torta de chocolate en mi casa y ese será, al día siguiente, un día como cualquiera en Setiembre.
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Hoy ha llegado un chico nuevo al cole, al salón de de Francis y Carina, y desde luego al de Alessa. Dicen que ya ha estado aquí antes, que viene de Venezuela y que es un buen tipo. Cuando en la clase de Ingles me toco hablar él verifique los tres puntos anteriores: Si había estado aquí porque me conto sobre un antiguo romance (entiéndase romance como “Me gustaba una chica…”), tenia un dejo venezolano de puta madre y si, realmente era un buen tipo. Un tipo épico, como el mismo se hacia llamar y no por fanfarronería.
Se llama Gustavo. No me demore en hacerme confianzas con él y contarle cosas como lo que sentía por Alessa. No se, mi pana. Apenas la conozco, me dijo. Él me contó de una niñita japonesa de primero de media que lo ponía a pensar cosas indecentes. No se, viejo. Te van a meter preso, le dije yo. Así fueron muchas clases hasta que un buen día quedamos en presentar para el Bingo del colegio una canción de Hombres G. No sabia que coño terminaríamos haciendo, pero lo haríamos. Va a ser épico, dijo, y me dio mucha confianza.
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¿Ya tienes pareja de promo?, me dijo una mañana Nataly, en la clase de Historia con la Miss Rosa. Había pensado en eso muchas veces desde el año pasado y siempre había postergado el tema.
Hoy estaba a solo algunos meses y realmente no lo había decidido del todo. En mi lista imaginaria de posibilidades había alguien en la parte más alta: Bárbara. Con ella había vivido un montón de cosas y es quizás una de mis mejores amigas. También se me había ocurrido decirle a Nataly que fuese conmigo, pero ella me había dicho alguna vez que no pensaba ir con nadie del salón. ¿Ir con Alessa? Fuera de alguna alucinación financiada por algún trago barato de mi buen amigo Samuel, que es el especialista en tragos baratos, esa no era una posibilidad. Realmente no lo era. No tenemos una conversación de más de 10 minutos en vivo ¿Qué diablos haríamos los dos en una fiesta de toda una noche? ¿De que hablaríamos? No, no, no podía tener esa posibilidad en mente. Hey, ¿estas ahí?, dijo Nataly, tratando de no alzar la voz. Eh, no se, no se. No había pensando en eso hasta ahora. Gracias por hacerme acordar.
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