Jesús María es grande. No tanto, pero lo es. Ponerme a caminar por sus calles sin ningún rumbo es fácil, por eso es lo que termino haciendo siempre que puedo escaparme de alguna clase o cuando me siento vacio. Ojear ropa en Galeras (y no comprarla), ver la cartelera del CinePlaza o comerme una pizza, cosas usuales. Pero de alguna forma, al final, me veo tocando su timbre y sentado en las escaleras de su casa. La casa de Natalia tiene alguna especie de propiedad mágica que me atrae como un imán cada vez que me siento solo y necesito alguien con quien conversar. Sé que Natalia siempre esta ahí, aun cuando puedo tener la costumbre de llegar cuando ella esta apunto de irse a dormir o de bañarse. O hacer cualquier cosa que, me imagino, puede ser mas interesante. Puede que le joda que sea tan inoportuno, pero no me lo demuestra. Ella solamente sonríe con estilo Colgate y me hace pasar. Y yo no se como decirte Gracias, ni como decirte lo mucho que me animan sus sonrisas. Si pudi...