Tienes la culpa de este bolero que se ha adueñado de mi. No he visto blue más azul que cuando miras tú.
Tú, Jorge Drexler.
- Me duelen los pies.
Acabas de llegar y ya hay un dolor
que te absorbe. Que te recoge. Debe ser porque estas en sandalias y has
caminado algunas cuadras de prisa.
- Mira, de allá a la derecha, hasta
la pared color pastel, luego doblas hasta chocar contra la esquina y doblas otra
vez.
Y solo te pregunte cuanto habías
recorrido para llegar hacia mí. Y si suena bonito, no es culpa mía. Son las circunstancias. O es esa ternura que
despierta conmigo a veces los domingos.
Y caminamos…
Me cuentas de la gente con la que
trabajas, de los buenos, de los malos y de los fantasmas. De una "fantasma
rubia", extraño juego de palabras, que te jala el mouse en las noches. Te da
miedo ese fantasma, pero más miedo te da que te roben. Entre otras cosas.
Y nunca has tomado, presumes.
Nunca has tomado pero has probado Ron Sour, una
variante de fresa con pisco cuyo nombre no conoces y el vino de
los almuerzos. Pero nunca te has emborrachado, ni en tu quinceañero, aunque tus
familiares insistían.
- Yo no tomo pues. Yo solo pruebo.
Y te creo. No puedo evitar que suene burlón, no puedo
evitar sonreír.
Te sorprendes cuando ves a varios
niñitos caminar de la mano, cuando ves globos rojos y de los helicópteros
que no vuelan. Y te asustan los turistas que toman fotos en el parque. A mi me da miedo, por ejemplo, que no se repita esta conversación.
- Tómale una foto a ese árbol. Yo lo he visto en la noche, y el cielo se pone
bien azul y sus hojas bien verdes. Parece una acuarela.
Y preferiría tomarte una foto a ti,
pero igual tengo a ese árbol guardado en la cámara.
Luego casi te caes dos veces. Te hizo gracia que me ria de tu desgracia, reímos juntos. De hecho, me he reído mucho contigo en solo una
mañana. Cada cierto tiempo, eso me pasa.
Cuando llegamos al final del
camino, te vas. Y retengo cada chiste malo tuyo, cada empujón. No te
retengo a ti porque soy cobarde. Antes de que te vayas del todo y me dejes
solo conmigo dos veces, me dices algo bonito e invisible.
- Ya no me duelen los pies
Los dos somos dos cajitas de
sorpresas.
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