Soy el Curiosity dando vueltas en Marte.
K me mira fijamente, acurrucada a los pies de la cama y creo que ya no me quiere. Su vestido naranja en el piso de mi cuarto brilla más que nosotros dos. Me recuerda, discretamente, que la última vez que hicimos el amor con vocación adolescente fue una tarde de llovizna.
K se va y creo que ya no va a volver. Se ha llevado la ropa que dejaba en el armario para esos viernes que terminaban un domingo y las novelas de Borges que ella solía leer en voz alta mientras me veía ejercer un mal periodismo. Se siente la ausencia de sus libros, de sus lunares y de sus brasieres.
En la noche le digo en un mensaje que desde que se fue soy el Curiosity dando vueltas en Marte. K me responde a la media hora. Ámate y sálvate, me dice. Ámate y sálvate.
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