Cuando me llevaban a la iglesia de mocoso, sobre todo a las Nazarenas de la Avenida Tacna, me entraba un pánico y un miedo del carajo. Era exactamente la misma escena de La Profecía, pero con el niño Lumix en vez del niño Damián. Me cogía de la pierna de mi mamá, llorando como huerfanito, pidiedole que me saque de la multitud de hombres purpura que me golpeaban y empujaban, cual concierto de Metallica. Sé que ella pensaba (aunque no lo dijese jamás en voz alta): Ay carajo, me toco el diablo . Nada que ver. No soy el diablo. Seré Hellboy,como mucho. En Octubre, incluso todavía, voy a las Nazarenas llevado con una pistola apuntando a mi nuca, puesta por mis tia Carmen que no acepta un NO como respuesta. Y realmente no me gusta ir, jamás me ha gustado. No soporto las multitudes de gente morada (que me recuerda al Fantasma ) empujándome. Apretandome. Asfixiandome. No me gusta el camino hacia las Nazarenas. El camino en el taxi va cambiando desde mi conocida y amada Magdalena a una tierra p...