Hace sesenta y tres semanas te tomé una foto que cada cierto tiempo me persigue. Es uno de los pocos retratos tuyos en los que sonríes y que han sobrevivido a tu exilio. Es una de las pocas pruebas de que alguna vez fuiste feliz conmigo. Hace sesenta y nueva semanas te tomé una foto que me recuerda porque te quise y te quiero tanto. Tú y tu muñeca de cabello verde me saludan mientras trazábamos planes a largo plazo que nunca se cumplieron. Hace setenta y nueva semanas te tomé una foto que tiene más sentido ahora que te has ido. Te cubres el rostro con esas manos particularmente grandes y solamente se puede ver un cerquillo horrible que te dejaste por un tiempo. No puedo ver tu cara, no sé que ocultas en esa penitencia que es tu boca.