
Hubo una reunión con mis amigas el sábado pasado, de esas reuniones en las que te sientas a conversar de las sonseras que han pasado en los días que no se han visto, pero que las cuentas con una emoción que parecen llevar una nostalgia de años. Que Cecilia tiene una relación muy seria, que Natalia sigue soltera y que Priscilla anda en problemas. Nada atípico hasta que llegamos a una anécdota de Priscilla que me llamó la atención: el enamorado (o ex enamorado, no se) un día fue a buscarla durante el break de su trabajo con un ramo de flores y si bien cualquier chica diría ¡Oh, Que lindo! Quiero un novio así, a mi querida amiga Priscilla no le gusto mucho la idea que digamos. Me pregunto, ¿Demasiado meloso el chico? ¿Demasiado matapasiones mi amiga? ¿Que hubiera hecho yo?
Yo soy una basura, si bien en su momento me he visto con la cara de idiota del cantante de Reik cuando me he sentido enamorado, no me imagino con detallazos romanticones de la típica novela adolescente de Televisa. No me imagino subiendo a una combi en la Avenida Brasil con un ramo de flores en la mano mientras la multitud de neandertales me mira sorprendida, felicitándome con alguna frase machista y venida a menos. No me imagino comprando un peluche con mas cuerpo que mi amada y haciendo cartitas con stickers de Piolin y TE AMO gigantes. No soy tan dulce, no soy tan Alex Ubago.
Pero mentiría si dijera que jamás lo intente. De hecho, creo que ese es el origen de mi trauma. Era el Día de la Madre de hace dos años y estaba templado de la dulce y angelical (o por lo menos esa era la imagen de ella que me engatuso) Andrea Romero. Ella, menor que yo por no mucho, y yo teníamos en aquel entonces una bonita amistad mientras yo secretamente quería besarla cada vez que la tenia cerca, y ese dia habíamos quedado en encontrarnos en la actuación del colegio a las 6 de la tarde. Yo, llegue temprano luego de haber planchado como tres veces el terno y haberme visto al espejo pensando que tan elegante me parecía al robusto personaje de The Sopranos pero en versión adolescente. Ese día estaba listo para declararle mi amor a la linda Andrea, y que mejor detalle que decírselo con una buena cantidad de rosas que me robe de la recepción del evento. Eran las seis, luego las siete, tontamente me encontraba parado y ya eran las ocho y ella ni rastro. A las nueve, me resigne a saber que no iba a llegar y a pasarla con los emocionados de mis amigos. A las nueve y media ella llego con un tipo llamado Andrés (Andrea y Andrés, que originales para emparejarse ¿no?) y ni siquiera pregunto por mí. Al final, le regale las rosas a una chica de Segundo que pasó y las recibió con cierto encanto y sorpresa. Andrea y Andrés bailaron toda la noche alguna canción de Camaguey y yo en mi casa me preguntaba como podía haber sido tan cojudo.
Al final, se que algún día le llevare serenata a alguna chica (Te Necesito de Hombres G es la canción fija) y quizás ella me lo recompense con un suave beso o un baldazo de pichi. A ver que pasa…
Comentarios
Publicar un comentario